Cómo mantenerse en propósito

Llevo muchos años trabajando en este tema de propósito, y me tardé casi todos esos años en entender con claridad cómo es que se vive en propósito. Es de esas cosas que yo he hecho sin darme cuenta cómo. Y al ver que a algunos de mis clientes les costaba mucho trabajo pasar de descubrir su propósito a vivir en propósito, empecé a preguntarme que hacía falta en el proceso para realmente vivirse “enpropositad@”.

Entendí entonces, que muchas personas siguen tratando el propósito como un fin en sí mismo y no como un medio para ir construyendo sus formas propias de bien-estar. Así que se frustran porque creen que sólo se vive en propósito si están haciendo cosas productivas y se pierden del otro componente fundamental: vives en propósito cuando eres, cuando dedicas tiempo a ser no sólo al hacer.

Cuando equiparamos el propósito con el hacer productivo solamente, nos perdemos de gran parte de la riqueza de quienes somos y cuando esto pasa nos desconectamos de nuevo de nuestra brújula interna: nuestro corazón, y seguimos a merced de las expectativas del mundo externo que no siempre coinciden con lo que nuestro ser más profundo anhela.

¿Qué he hecho yo para mantenerme “enpropositad@”?

• Comprender que el propósito es algo que se va desvelando, que los ciclos de vida lo reconfiguran y por tanto su expresión y la manera de manifestarlo, cambia con el tiempo. No porque el propósito en sí cambie, sino porque uno cambia y por ende, se hace conveniente redefinir formas de manifestarlo.

Lo anterior implica fluir con la vida, flexibilidad y desapego al mismo propósito y en las formas como nos lo vivimos.

• Ir sanando las heridas que me mantenían centrada en operar desde el ego y no desde la sabiduría de mi propósito. Esto significa entender cómo mi ego se ha configurado para protegerme del dolor y, a la vez, cómo esa configuración no siempre me es útil para estar conectada con mi propósito. Al contrario, me quita energía y desenfoca mi atención de lo que me hace vibrar; sin embargo el camino no es ignorar las heridas, sino abordarlas y llenarse de comprensión hacia uno mismo.

• Mantenerme fiel a mi. Dedicarme tiempo para escucharme y a la vez escuchar qué del mundo necesita aquello que yo amo hacer y qué del mundo necesita de mi ser. Es un dialogo abierto, de escucha mutua que a veces con tanto ruido resulta complejo; sin embargo, tiempos de silencio propio y de hacer cosas por el simple placer de hacerlas me han llevado a entender lo que la vida misma está pidiendo de mí, más que yo de la vida. Y ahí, atenta en esa escucha, entiendo lo que día a día se requiere de mi en términos de mi propósito.

En resumen, para vivir en propósito hay que navegar con la vida misma y sus ciclos, escuchando siempre la guía que ella nos da y vigilantes a ir integrando el dolor de las heridas para poco a poco aprender a responder desde el corazón y con el alma lo que el mundo demanda de nuestro propósito.

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