La fuerza de la vida
Alguna vez, hace varios años, escuché a una mujer hablar sobre cómo la vida siempre se abría camino de la manera más inesperada y que sólo teníamos que observar como una flor podía nacer bella en medio de calles asfaltadas, o como carros abandonados podían, con los años, convertirse en hermosas materas.
Y así habló ella de cómo la vida se abría paso y sin embargo, muchas veces nosotros como seres humanos insistíamos en ignorar o dominar su fuerza, la misma fuerza que nos habita. Ignorando esta fuerza, estamos también ignorando nuestro propio poder y resiliencia; dominándola estamos siendo arrogantes, incapaces de respetar sus propios ritmos, misterios y certezas.
Las consecuencias de esta relación con LA VIDA misma se traduce en descontento, en sensaciones de fracaso o de aburrimiento. Entonces la vida pierde su brillo y su opacidad empieza a reflejarse en cada acto que hacemos hasta que teñimos los colores naturales de la vida en tonalidades de grises.
Conectarte con la fuerza de la vida significa que te permites tu lado “salvaje” aquel que permanece fiel a sí mismo a pesar de los manuales que te han dictado cómo debes ser en esta vida. Lo más probable es que ahí no haya ningún instructivo sobre ser genuinamente tú.
Respetar sus ritmos, misterios y certezas, no es nada más ni nada menos que permanecer humildes ante la vida misma; habrá cosas que podamos entender y resolver, otras no; y está bien. Intentar controlarlo todo, sólo genera un estrés innecesario que te alejará de la paz y la tranquilidad deseadas.
La fuerza de la vida está en ti, eres tú. Convócala hazla tuya, deja que circule en ti que ella te dará la energía para que resurjas, renazcas una y otra vez, hasta que seas genuinamente tú y empieces a dar flor y fruto para que otros también se abran camino.