La belleza de la sombra – la luz de la oscuridad

La vida es una constante oportunidad para integrarnos, para completarnos y ser UNIDAD.

La semana pasada fue una de esas semanas en las que hubo tal nivel de confrontación y contraste que no tuve más remedio que mirarme al espejo con atención y preguntarme qué me quería decir esta situación. Para qué estaba teniendo esta experiencia y qué estaba pidiendo de mi.

Al principio no quería verme del todo, requerí redoblar la valentía con el convencimiento claro que cada experiencia que me confronta trae consigo un regalo.  …Que el empaque no me guste no quiere decir que lo que ahí viene envuelto no sea valioso…

Y como Alicia atravesé el espejo.

La rabia y la desilusión que tenía hacia la situación y hacia ciertas personas reflejó mi propia frustración. Descubrí que le había puesto un tope a mis sueños y aspiraciones y que mi temor a ser grande y creer que sobresalir puede ser duramente castigado, me habían llevado a distraerme tiempo atrás de mis anhelos profundos.

Hoy que estoy conectada con lo que mi corazón desea, entiendo el costo de no desplegar mis alas tan grandes como son.

La situación de la semana pasada me recordó el tamaño de mis sueños. Me recordó que crecer en mi labor y mi servicio es una fuerza expansiva que permite que otras personas también desplieguen sus sueños y que, hacerme visible y presente es ante todo un compromiso con mi verdadero propósito de vida.

Hoy veo con gratitud esa situación que tan mal me supo en un inicio. De no haber sido por esa “confrontación” no habría re-descubierto:

Toda la luz y el potencial que seguía guardando en el empolvado altillo.

Mi firme y real convencimiento de jugar en grande y de rodearme de personas que para jugar en grande no necesitan competir.

Esta alegría ampliada que se ancla en la esperanza de que mis sueños y aspiraciones contribuirán a cambiar el juego de cómo trabajamos con otros, de cómo llevar el propósito al siguiente nivel y de cómo crear las condiciones necesarias para que desplegar las alas sea luz y no amenaza.

Y aquí nada más propicio que un pequeño fragmento de una gran frase de Marianne Williamson: “no es nuestra oscuridad, es nuestra luz la que nos asusta….”

Para  ver esa inmensa luz que residía en mi y que aún no había visto, tuve que atreverme a ver mi sombra, atravesar mi propia oscuridad y entender que mientras el corazón me guíe no me perderé en ella: ahí donde nada veía pude encender mi luminosidad y darme cuenta del verdadero tesoro que ahí reside.

Encender la luz en los lugares más profundos de tu alma e iluminar tus sombras es el mejor regalo que te puedes dar en este época donde celebramos nacer en amor y divinidad.

¡Felices fiestas!

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