La valentía de mirarse

Dedicarle tiempo y recursos a procesos internos para conocerse más, para sanar, integrar o mirarse es para mi un acto de valentía.

Es valiente aceptar que no nos la sabemos todas y estar dispuestos a recibir ayuda; es valiente mirar nuestras heridas y no escondernos ante el dolor; es valiente reconocer nuestros errores y aceptar que pudimos haberlo hecho distinto. Es valiente, no fácil.

Fácil es esconderse, seguir la vida como si nada a pesar de las heridas y el dolor; fácil ignorar nuestros propios sentimientos y culpar al jefe, la pareja, los padres, el gobierno de por qué no nos funcionan las cosas. Porque así podemos ir por la vida exigiéndoles a los demás que cambien, que sean distintos, mientras nosotros seguimos con la vida que creemos es mejor así, sin escarbar mucho hacia adentro porque es posible encontrarnos de frente con el dolor o la frustración y, lo que es peor, la negligencia propia.

Pero la verdad es que, solo mirándonos de frente y con valentía, encontrándonos con nuestras sombras y zonas oscuras, podemos transformarnos y transformar el entorno que también nos aqueja.

Un verdadero cambio empieza por mirarnos al desnudo. Al principio puede dar cierto pudor, cierta vergüenza… pero poco a poco, esas sensaciones se van transformando en asombro, orgullo y valor. Mirarnos así tal y como estamos siendo, nos conecta con nuestra humanidad y la humildad que ésta encierra y es ahí, en ese instante, que la valentía crece y se llena de dignidad para mostrarnos su belleza.

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