El día que yo fui feliz

Hay una canción vieja de un grupo que ya no existe, Cristina y los Subterráneos, que dice: “el día que yo fui feliz nadie tocaba el violín, ni una maldita florecita ni arcoíris sobre mi”

Me encanta esa canción, en especial ese párrafo. La felicidad está tan romantizada que a veces se nos pasa de largo porque la esperamos con luces y juegos pirotécnicos, y la verdad es que esta escondida en los detalles más cotidianos.

Ayer tuve uno de esos momentos perfectos sin arcoíris.  Eran las 5:45 de la tarde, me estaba preparando algo de comer para estar lista antes de mi webinario. Mientras tanto mi hijo hacía tareas escuchando una música estupenda y el perro (Odin) jugaba con su pelota. Me senté a comer.  Y ahí , en ese mi puesto del comedor, sentí tal gratitud por ese instante que las lágrimas se me escurrieron.  No estaba pasando nada extraordinario, solo estábamos acompañándonos cada uno en lo nuestro, tan cómodos con la presencia del otro, tan llenos de amor por todos que cuando eso ocurre y yo me sintonizo con ello, no necesito nada más.  Todo está completo y tan lleno de todo que la gratitud inicial se multiplica y se irradia.

Y así han sido muchos de mis momentos más gratos y felices; sencillos y a la vez llenos de poesía cotidiana. … que es la que más importa al final de cuentas. porque es la que nos sostiene en nuestro diario vivir y nos hace entender que de verdad el regalo de la vida está en el presente.

Mi felicidad es así, no depende de los otros, pero se llena de las personas (y animales) que amo, del arte, de la naturaleza y del silencio. 

Y con el corazón llenito por este instante de máxima felicidad puedo disponerme a servir, entregar y sonreír.  

Brindemos por muchos más momentos de felicidad “sin” violines, flores o arcoíris.

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