Actos de bondad

Hace un par de años empecé a darme cuenta de algo que yo hacía sin darme cuenta: fijarme en actos de bondad.  Y cada vez que lo hacía (lo hago) mi corazón quedaba llenito y alumbrado con esperanza. 

Un acto de bondad es para mi cuando el joven cajero tomando una orden a una viejita minúscula que habla en susurros, se acerca a ella y se inclina con total respeto y amabilidad para poder tomarle la orden, ayudarle a contar monedas y billetes, porque le estaba pagando de más.  Un acto de bondad es cuando se activan en el barrio cadenas de información cuando se ve por ahí algún perrito perdido.   Un acto de bondad es cuando mi hijo deja de jugar “play” con sus amigos para ayudarme a limpiar la cocina porque me dice que yo ya he trabajado mucho ese día.  Un acto de bondad es cuando saludamos o nos despedimos de verdad, no por mera formalidad o de afán. 

Cuando estoy en este espíritu de pescar actos de bondad me lleno de gratitud por la vida y de forma natural empiezan a surgir en mi más actos de bondad para otros. Es contagioso si nos lo permitimos. 

La bondad es una semilla que nos permite ver la belleza de la humanidad y sentir profunda y verdadera gratitud, sensaciones bellísimas para vivir en verdadera paz y contribuir desde las acciones cotidianas a construir un mundo mejor. 

No subestimemos los pequeños actos de bondad, pues son estos los que hacen la diferencia en nuestro diario vivir, y si tenemos buenas dosis de bondad todos los días ya sea recibiéndola, dándola o siendo testigos de ella, nuestra vida entera será un verdadero acto de amor y por supuesto de bondad. 

Te invito a que realmente lo intentes con el corazón abierto y libre de expectativas, verás cómo tu energía se eleva y empiezas a invertirla en mejores cosas que en posibles críticas, quejas o reclamos.

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